Quevedo, Viernes 22 de Abril de 2016

BOLETÍN Nº 098

Nunca antes había visto una ciudad tan desolada y la gente que corría de un lugar a otro y pedía a gritos desesperados que le ayudaran a sacar a las personas que habían quedado atrapados entre los escombros a consecuencia del terremoto de 7,8 en la escala de Richter que sacudió el pasado sábado la costa ecuatoriana.

“Cuando emprendimos el viaje me imaginé que se trataba de unas pocas casas caídas, pero una vez allá fue horroroso ver la magnitud de la catástrofe y lo dramático de la gente”, comenta el bombero Wilmer Klinger Zambrano, quien formó parte del grupo personal del Cuerpo de Bomberos Municipal de Quevedo que acudió a la ciudad de Jama, Chone, Manta, Pedernales y Portoviejo para participar en las tareas de rescates de víctimas, comandado por el coronel Washington Orozco.

Apenas se llegó a Jama de inmediato se empezó con la tarea de remoción de escombros, no había tiempo que perder, la tarea fue muy dura y difícil, pues se corría el peligro que le cayera encima al equipo de socorristas paredes de casas o edificios que estaban cuarteadas, pero había que cumplir, esa es la obligación del bombero, sacar a los fallecidos y a las personas vivas que pedían a gritos que las auxiliaran.

La primera víctima en rescatar fue una señora con su hija que estaba con vida en una casa de dos pisos desplomada, para lo cual se utilizaron aparatos especiales para romper paredes de cementos. Fue muy doloroso, cuando empezó su rescate recuerdo que ella dijo “me van a sacar con vida”, yo le manifesté que “sí”, expresa Klinger, quien ahora se encuentra con su familia en el sector 20 de Febrero, donde vive con su esposa Irene Macías y su pequeño hijo de un año y siete meses de edad.

“No quisiera que jamás ocurra otro fenómeno natural como lo pasado en las provincias de Manabí y Esmeraldas dejando muchas personas fallecidas, heridos, desaparecidos y miles de damnificados sin casas”, acota.

Relato de una mujer bombera
Elena Carolina Linos Vargas, lleva 10 años en la profesión de bomberos y también formó parte del equipo de socorristas que estuvo en la provincia de Manabí. Asegura que cuando recibió la orden de viajar a la ciudad de Pedernales, integrando otro grupo de contingente humano, se sintió tranquila, pero con mucha decisión de ir a prestar sus servicios en el rescate de vidas humanas, de tal manera que puso en práctica todo lo aprendido en los cursos de reentrenamientos.

La ciudad de Pedernales estaba totalmente destruida. “Lo que vimos no tenía comparación con lo que pensábamos antes de viajar. No tengo palabras para describir la tragedia, pero nuestra misión fue de salvar a las personas que estaban sepultadas entre escombros y en hierros retorcidos, realmente era un milagro encontrar personas vivas con tanta destrucción”, comenta Linos.

Añade, “algo que más me impactó cuando estábamos en la tarea de rescate, vimos a un perrito que nos hizo señas de que ahí había alguien y efectivamente después de levantar pesados escombros encontramos a una persona, posiblemente era su dueño”, relata la mujer.

“Había momentos que nos caíamos cuando levantábamos pedazos de escombros o retirando los hierros retorcidos, pero la satisfacción que sentimos como bomberos fue servir a quienes más lo necesitaban”, relata la mujer, quien asegura sentirse orgullosa de ser bombero y satisfecha con el deber de haber cumplido con su profesión rescatando vidas humanas.

Recalca que la labor fue muy difícil, aunque la familia no estaba de acuerdo que fuera a la zona del desastre, pues corría mucho riesgo, pero ella le dijo que ese era su deber, para eso se había preparado y cumplió gracias a Dios, concluye.

 

Lcdo. Xavier Lizano Solís

RELACIONISTA PÚBLICO

Lcdo. José Ortega Garay
Redacción